Esto podría parecernos poco relevante en principio, pero no lo es porque debería afectar a nuestra forma de protegernos y, sobre todo, a nuestra forma de afrontar el riesgo al robo: “ yo, como no tengo nada de valor, qué me van a robar??” o “si pongo una cerradura mejor parecerá que tengo mucho que guardar…” o “ponga lo que ponga, si se empeñan, entrarán” son algunas de las frases que más oímos y que mejor plasman nuestros errores a la hora de valorar los riesgos y, por lo tanto, de adoptar las soluciones.
Proteger nuestra casa es proteger a los nuestros y nuestro patrimonio sentimental además del material.
Proteger nuestra casa es dotarnos de un entorno más adecuado para estar tranquilos y evitar sensaciones de inseguridad que producen estress y otros efectos nocivos en nuestra salud.
Proteger nuestra casa es, en resumen, nuestra obligación y una de las mejores inversiones que podemos hacer para mejorar nuestra calidad de vida.
Existen muchas vías para hacerlo, muchas acciones que podemos valorar, la mayoría de ellas dirigidas hacia nuestras costumbres y hábitos diarios, sin desembolso alguno. Y para ello es fundamental dejarse asesorar y reflexionar sobre las necesidades que uno tiene para, finalmente, tomar las decisiones correctas.